Este miércoles tendrá lugar la tan anunciada reunión entre los gobiernos de Uruguay y Argentina en la Estancia de Anchorena. Se trata de una instancia que de este lado del río está rodeada de expectativas puesto que son muchos y variados los temas relevantes para nuestro país que dependen de los avances en el diálogo entre ambos países.
El Presidente José Mujica ha dado señales evidentes y ostensibles sobre la importancia que para su criterio posee la recuperación de las buenas relaciones con el vecino país. Sus declaraciones, sus actitudes, sus decisiones han estado dominadas y dirigidas a recrear el clima de “buena voluntad” y la recuperación de las confianzas con el gobierno del otro lado del río.
Tanta importancia le asigna Mujica a este objetivo, que asumió los costos políticos que indudablemente existían al levantar el veto a Néstor Kirchner para que asumiera el cargo de Secretario General de la UNASUR. Es más, generó el primer flanco claro para la crítica por parte de los partidos de oposición y dejó con pocos argumentos a sus propios compañeros de partido.
Tan valiosa es, a juicio del Presidente uruguayo, la recuperación del vínculo con Argentina que en su discurso en UNASUR sus palabras fueron más lejos que las propias definiciones preestablecidas por su propio gobierno, dando una señal de mayor apoyo que un mero levantamiento del veto.
Es cierto que, en realidad, era poco lo que se estaba otorgando, en la medida de que la UNASUR es una entelequia sin existencia jurídica actual y con poquísimas atribuciones o competencias reales. Es poco más que una especie de “peña de boliche” entre los presidentes latinoamericanos para que algunos de ellos despunten el “vicio” de la encendida retórica discursiva que los caracteriza, marcando apoyos y condenas que no pasan del mero efectismo del discurso.
Es cierto que el “pavoneo” tonto del intratable y arbitrario ex presidente argentino intentó convertir este hecho en un gran logro para su carrera política. Pero no hay que ser muy inteligente para concluir que la Secretaría General de un organismo inexistente no puede tener ningún poder ni significación.
También es cierto que el Presidente Mujica ha sido por demás delicado con respecto a la insolente continuidad del bloqueo del puente, subvalorando la gravedad de la violación continua y constante que el gobierno argentino tolera a sabiendas de su ilicitud, y buscando “distraer la atención” hacia otros asuntos.
Toda esta paciencia que el Presidente de nuestro país ha tenido con respecto al gobierno argentino, se encuentra en un momento crucial en el que aquella capacidad de tolerar y aguantar lo injusto, se puede convertir en debilidad, ingenuidad y error.
Estamos llegando a la “hora de la verdad”. Si en esta reunión los representantes de nuestro gobierno no obtienen resultados palpables, visibles y claros de parte del gobierno argentino, entonces la buena voluntad expresada se habrá convertido en debilidad y fracaso.
Y los resultados palpables y visibles implica que se produzcan ciertos acuerdos irreversibles para concretar cosas tan importantes y justas para nuestro país como el dragado del Río Uruguay, la sustancial reducción de los costos de peaje del gas boliviano y de la interconexión eléctrica regional, así como la eliminación de las trabas comerciales que aquel país ha impuesto en los últimos tiempos.
El bajo perfil y la poca importancia que desde la orilla de enfrente se le ha asignado a este encuentro nos pone en situación de alerta.
Ya es hora de que el gobierno argentino de alguna señal de reciprocidad concreta ante tanta manifestación de buena voluntad uruguaya. No se caracteriza el gobierno de los Kirchner por su flexibilidad o su capacidad de diálogo; más bien uno tiene la sensación de que la estrategia de la “buena fe” y los gestos de generosidad no son criterios eficaces para tratar con gente que solo piensa y actúa en función del ejercicio del poder y de la correlación de fuerzas.
Ojalá nos equivoquemos y la estrategia de nuestro Presidente rinda sus frutos.
Pero las señales deben ser claras y ahora. Ya es hora de que se deje de violar la soberanía de nuestro Estado impidiendo el libre tránsito fronterizo tal como lo estableció el Tribunal del MERCOSUR hace ya varios años; tampoco es aceptable que ahora Argentina pretenda convertir un fallo muy claro de la Corte Internacional de La Haya, en una insostenible pretensión de monitorear el funcionamiento de la planta de celulosa en forma extralimitada y afectando nuestra soberanía territorial.
Si de la reunión de mañana no surgen novedades positivas que demuestren que el gobierno argentino ha comenzado a actuar con reciprocidad con respecto a los múltiples gestos de buena voluntad del Presidente Mujica, habrá que concluir que la estrategia seguida durante estos tres meses de gestión no fue la correcta, por lo que será imprescindible modificar la actitud en forma sustancial, por el bien de nuestros intereses nacionales y de nuestra soberanía.
martes, 1 de junio de 2010
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