martes, 15 de junio de 2010

Lo que viene y lo que falta / Martín Apecech

Aunque los resultados numéricos, de casi todos los lugares donde el Partido Independiente compareció el pasado 9 de mayo, no fueron los que deseamos, en ninguno de los casos podemos concluir con una evaluación negativa y menos aún extremarnos, dictaminando un fracaso. La participación del Partido, con sólidas propuestas en cada programa departamental e idóneas personas como candidatos, cumplió con el deber republicano de proponer a la ciudadanía una alternativa viable y diferente a la que ofrecía el menú electoral, permitiendo así, que miles de ciudadanos con clara y firme convicción independiente, tuvieran el derecho y la posibilidad de sufragar por una opción que no fuera las de los partidos tradicionales de izquierda y derecha.

Sin embargo, tras el desenlace de aquel domingo, para algunos analistas, el Partido Independiente se ubica como un partido testimonial, con un escaso peso electoral y por lo tanto sin posibilidades de incidencia en los temas elementales del país. Ciertamente, para los Independientes nos resulta muy complejo crecer, cuantitativamente y en términos globales cuando se trata de instancias electorales departamentales, más aún con las rígidas reglas electorales actuales; es real, ello nos limita en participar de decisiones de muchos asuntos, pero aclaremos y subrayemos: nos limita, no nos impide.

El criterio de apertura que impuso el nuevo gobierno nacional electo, dio paso a un proceso de negociaciones para integrar a la oposición en cargos de organismos del Estado; el mismo concluyó con la asignación, para el Partido Independiente, de tres ámbitos fundamentales de gestión de políticas públicas. Tanto el Banco Hipotecario, INAU y Corte Electoral representan, a nuestro entender, instituciones llamadas a instrumentar, en un corto plazo, medidas sumamente necesarias y en algunos casos de extrema urgencia. Nadie puede desconocer la sensibilidad social entorno al Instituto del Niño y Adolescente, de los numerosos fracasos de la administración anterior en su intento por encausar iniciativas de contención y protección integral de estos sectores; recordemos las transformaciones estructurales del Propio Banco Hipotecario que insumieron todo un período, con idas, vueltas y medias tintas, obteniendo como único resultado, la ausencia en materia de construcción de nuevos núcleos y créditos menos atractivos que los ofrecidos en la plaza financiera; no podemos desconocer la importancia que reviste la necesidad de modernización de los instrumentos y herramientas existentes en el supremo órgano de contralor democrático, como lo representa la Corte Electoral, así como la imperiosa necesidad de reformar las normas electorales existentes. Pues bien, nuestro Partido será parte de las transformaciones que se instrumenten desde estos ámbitos; la idoneidad y experiencia de la compañera y los compañeros que hemos asignado para que nos representen, constituyen una garantía para impulsar transformaciones.

A estas circunstancias, debemos agregar la casi segura participación de compañeros dirigentes locales en los nuevos gabinetes departamentales, lo cual, da prueba que cuando una organización política cuenta con un conjunto de mujeres y hombres ligados a una trayectoria de compromiso, capacidad y honestidad, son convocados a compartir una responsabilidad y a construir cambios que alienten el desarrollo nacional. Por tanto, parece ser que la afirmación de “partido testimonio” no se ajusta a la performance que perfila a esta colectividad.

Nuestra razón de ser y existir no solo se sustrae a evidenciar el descontento creciente de la ciudadanía hacia las tres fuerzas políticas tradicionales por su forma de hacer política y gobernar; fundamentalmente el “PI” formuló, en cada Departamento y en cada Municipio que optó por dar pelea, un conjunto de propuestas programáticas que dieron y dan cuenta de una verdadera vocación por impulsar una mejor calidad de vida de los vecinos.

Empero, los datos que surgen de los resultados son muy tozudos, nos revelan una realidad y nos sugieren una necesaria reflexión interna, un análisis profundo, desprovisto de pasiones o cuestionamientos que arrojen sentencias y conclusiones precipitadas, una revisión que nos permita capitalizar lo que viene y conducirnos a reforzar elementos endebles de nuestra organización, lo que falta, orientando siempre el trabajo político de forma permanente y no reservado a la zafra electoral.

La presencia del Partido en ámbitos de gobierno central, y también en lo departamental, debe suponer una mayor proyección y visibilidad pública para que la ciudadanía conozca compañeros y vea al Partido desarrollando políticas en estos ámbitos. El desafío que ello supone, coloca al Partido en un escenario nuevo y diferente que nos obliga a pensar una organización partidaria fuerte y dinámica.

A nuestro entender el PI debe abordar asuntos organizativos que mejoren la estructura y generen espacios de comunicación que actúen de vasos comunicantes entre nuestros representantes, el colectivo partidario y la opinión pública. Esta complementariedad debe estar ligada al fortalecimiento de las departamentales, donde éstas, deberán intervenir, en el marco de sus estructuras existentes y en las nuevas que necesariamente tendrán que construir, proponiendo y opinando sobre los aspectos locales y nacionales de gestión de políticas que se desarrollen desde las administraciones, en una palabra, involucrarse con el ejercicio de gobernar, en sus municipios, intendencias y en los lugares que nos toque desenvolvernos.

Para esta alentadora y desafiante etapa, que el PI se apresta a encarar, debemos invertir nuestros esfuerzos, sin ninguna austeridad, en beneficio de una organización política con áreas y responsabilidades fortalecidas y dinámicas, pero sin descuidar la capacidad de asimilar diferencias e internalizando, aún más, la responsabilidad, la solidaridad y el compañerismo.

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