La primera disputa fuerte entre el partido de gobierno y la oposición en este nuevo período de gobierno se ha producido como resultado del debate en torno a la representación de nuestro país en el ParlaSur. De acuerdo a la normativa vigente el Parlamento del MERCOSUR se integra con número igual de parlamentarios de los países miembro, Uruguay entonces debe integrar su delegación de 18 representantes.
Lo primero es lo primero, y en tal sentido debemos decir que siempre nos ha parecido un grave error el paso institucional que se dio en la pasada legislatura cuando se aprobó la creación del Parlamento del MERCOSUR. Nosotros somos convencidos de que en materia de relacionamiento internacional es necesario que los procesos de integración avancen y, en la medida que se hace necesario, el resultado de dichos avances determine la creación de nuevas estructuras institucionales. Pues bien, el Parlamento del MERCOSUR es un claro ejemplo de haber puesto la institución antes que su utilidad.
En efecto, quien esto escribe integró la representación de Uruguay al organismo que precedió al Parlamento del MERCOSUR, que se denominaba la Comisión Parlamentaria Conjunta. Este ámbito estaba integrado por cuatro representantes de los Parlamentos nacionales por cada país, eran solo cuatro y, sin embargo, la delegación uruguaya estaba integrada por los cuatro partidos con representación parlamentaria.
La Comisión Parlamentaria Conjunta del MERCOSUR era un ámbito deliberante sin ningún tipo de poder efectivo que se reunía para emitir declaraciones políticas sobre temas relevantes pero con nula o escasa trascendencia en el escenario de nuestros países.
Nada cambió con el paso del tiempo, sin embargo los gobiernos del MERCOSUR, en ese impulso vacuo y cargado de retórica que caracterizó al bloque en 2005 y 2006, resolvió transformar a la humilde y poco efectiva Comisión Parlamentaria Conjunta en el también inútil pero ahora mastodóntico y rimbonbante Parlamento del MERCOSUR.
La “carreta delante de los bueyes”. En vez de esperar a que la existencia de un parlamento regional se hiciera necesaria, como esperó Europa en su largo y complejo proceso de integración, se impulsó con la espasmódica grandilocuencia de la peor tradición latinoamericana, la creación de un Parlamento incapaz de tomar cualquier decisión como si por el mero hecho de llamarse así pudiera convertirse en un actor político relevante.
En pleno éxtasis “progresista”, la bancada parlamentaria del partido de gobierno ocupó la mayoría absoluta de los cargos en el ParlaSur porque así lo permitían los números y las proporciones que surgieron de los resultados electorales de las elecciones nacionales de 2004.
Sin embargo, ahora en 2010 cuando debe renovarse la representación parlamentaria de nuestro país ante ese ámbito, los números y la aplicación de la representación proporcional, que es el procedimiento histórico y tradicional utilizado en el Parlamento por ejemplo para elegir la Comisión Permanente y para definir la distribución de cargos en las Comisiones Parlamentarias, no le permite al partido de gobierno mantener su mayoría absoluta.
Efectivamente, la proporcionalidad aplicada a la elección por listas asignaba nueve cargos al partido de gobierno y nueve cargos al partido de oposición. Por otra parte, con esa distribución se alcanzaba un objetivo político que había estado presente en la historia anterior de la representación parlamentaria ante el MERCOSUR, que los partidos con representación parlamentaria estuvieran todos representados en ese foro de debate.
¿Por qué la bancada del partido de gobierno actuó con intransigencia, contradictoria con la actitud que en forma simultánea el Poder Ejecutivo adoptaba con generosidad en su propuesta de coparticipación? ¿Por qué la bancada del partido de gobierno asumió el costo político de actuar con intolerancia, llevándose por delante el respeto a las reglas de juego tradicionales del funcionamiento parlamentario?
Resulta difícil aceptar que ello se deba a la necesidad de otorgar un décimo lugar a algún miembro de la bancada de gobierno; lamentablemente la única explicación consistente es que el ParlaSur deberá votar en este período una modificación de su integración que implica pasar de una asignación de bancadas igualitarias por país a una distribución que prioriza los tamaños de los países miembro y para ello requiere del voto de la mayoría de los representantes de cada delegación nacional.
Ojalá nos equivoquemos y los representantes del partido de gobierno en el ParlaSur no usen una mayoría absoluta “trucha” y obtenida por el avasallamiento a la proporcionalidad política para actuar de manera “entreguista” ante las demandas de los países grandes de la región. Pero hasta ahora todo indica que esta es la razón principal que ha llevado a la bancada del Frente Amplio a cometer este grave error político.
Como dijimos más arriba, el ParlaSur hoy no es más que un adorno superfluo de un proceso de integración que, lamentablemente, hace varios años que permanece estancado, pero no por ello debemos entregar nuestra soberanía, porque nunca se sabe cómo van a evolucionar los acontecimientos y la garantía de los países chicos consiste en tener los instrumentos de defensa articulados y prontos para evitar eventuales abusos por parte de los países más grandes.
En todo caso el largo conflicto con Argentina sobre las plantas de celulosa ha sido una triste prueba del peso que los países grandes tienen frente a los chicos en materia internacional.
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