martes, 9 de marzo de 2010

Televisión y votos:una reflexión ineludible/ Pablo Mieres


No es por casualidad que los políticos tratamos de estar presentes lo más posible en los medios de comunicación, tampoco es casualidad que de todos los medios, es la televisión la que genera el mayor interés y la mayor demanda.

Muchas veces los periodistas sufren el impacto de presiones, amables y de las otras, y en particular estas situaciones se hacen más agudas cuando se acercan los tiempos electorales. Reproches, reclamos, declaraciones de injusticia, búsqueda de espacios, gestiones reservadas; todas acciones presentes en ese complejo campo de relaciones entre el mundo de los medios y el mundo de los políticos.

No es para menos. Hace un par de semanas en un breve “suelto” del semanario Búsqueda se publica una información proveniente de la Consultora FOCO, especializada en mediciones de audiencia y análisis de agenda setting, en la que se consigna la distribución de minutos destinados por los cuatro canales de televisión abierta a las cuatro fórmulas presidenciales que competimos el pasado mes de octubre.

Es impresionante el registro de sus resultados. De acuerdo a la mencionada Consultora, y nadie hasta ahora la ha desmentido, la suma del tiempo destinado por los cuatro canales abiertos a la fórmula del Frente Amplio representó el 49% del total. A su vez, el tiempo destinado a la fórmula nacionalista alcanzó al 32.5%, mientras que los colorados ocuparon el 16% y el Partido Independiente el 2.5%.

La medición muestra una impresionante similitud con las cifras electorales alcanzadas por cada partido. El Frente Amplio obtuvo el 48.3% de los votos, el Partido Nacional el 29.9%, el Partido Colorado el 17.8% y el Partido Independiente justamente el 2.5%.

No es fácil hablar de estos temas, pero es imprescindible abordarlos si no queremos que la calidad de nuestra democracia se afecte.

Uno puede decir que los medios asignaron los tiempos mediáticos con un medido ajuste a las preferencias de los uruguayos; pero también puede decir (creo yo que con bastante más fundamento) que los medios al asignar tal diferenciación de atención favorecen y consolidan cierta estructura electoral, impidiendo que se produzcan cambios en las preferencias ciudadanas.

Es la vieja polémica sobre qué es primero, si “la gallina o el huevo”. Es la distribución de la opinión pública la que impacta sobre la atención mediática televisiva, o es la decisión de preferencias de los encargados de los medios la que posee un papel relevante en la conformación de la opinión pública.

Los responsables de los medios nos dirán que estas cifras son la demostración de que estos actúan como reflejo de las preferencias de los ciudadanos y, por ello, leerán los datos como una demostración de ajuste a la voluntad popular.

Sin embargo, los que estamos en la actividad política sabemos que la distribución de los espacios mediáticos televisivos no dependen directamente de la capacidad que cada uno tenga de generar acciones, actividades o hechos políticos.

Todos sabemos que para las opciones minoritarias cuesta mucho más estar presentes en los espacios más visibles de la política mediática que para aquellas opciones que aparecen como las más apoyadas por la ciudadanía.

Por eso es que otros pensamos que, en realidad, las decisiones sobre los espacios mediáticos están vinculadas a la distribución política del poder y que, por lo tanto, estos medios, voluntaria o involuntariamente, son formidables reproductores de las asimetrías preexistentes y afianzadores de las distancias electorales previas, lo cual no quiere decir que actúen de mala fe o que estén movidos por motivaciones espúreas.

Por el contrario, tenemos la mejor relación con los responsables de estos medios y hemos conversado muchas veces sobre estos temas con todos ellos, pero resulta inevitable cuando uno escucha estos datos, ponerse a reflexionar y buscar que se suscite una profunda reflexión sobre estos temas.

En todo caso, parece obvio preguntarse si los resultados electorales habrían sido iguales en el caso de que los canales de televisión abierta hubieran distribuido su espacio, por ejemplo, otorgando un 40% al Frente Amplio, un 25% a cada uno de los partidos tradicionales y un 10% al Partido Independiente; o si hubieran distribuido el tiempo en forma igualitaria para todos los partidos.

Nuestra vida pública necesita que estas y otras cosas se pongan en la agenda y se debatan abiertamente, sin preconceptos y sin enojos, porque hace a la calidad y la profundidad de nuestra democracia.

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