domingo, 28 de marzo de 2010

Los cambios de paradigmas en la sexualidad de las mujeres del siglo XXI/ Andrés Flores Colombino


Sociedad Uruguaya de Sexología, FLASSES, AISM, IUCS

INTRODUCCIÓN

Creemos que hay un consenso impuesto por la realidad: que la sexualidad de las mujeres ha cambiado en los últimas décadas, incluyendo el siglo XXI. Si el cambio de paradigmas es visto como la forma en que la sociedad organiza e interpreta la realidad, y la forma en que responde a esa realidad, los patrones, modelos, valores o sistemas de creencias, imponían una sexualidad muy diferente a la que hoy en día practican las mujeres del mundo. En el pasado, la sexualidad de las mujeres se expresaba a través de variados paradigmas, pero había consagrado lo que Simone de Beauvoir denominó “Segundo sexo” (1970). Es decir, el varón ejercía un predominio en todos los aspectos del género y la mujer ocupaba el papel secundario…

Lo interesante es que esto no fue siempre así, y hubo épocas de la historia en que las mujeres tuvieron roles más equitativos e igualitarios, ya existían las familias de “dobles ingresos” en que ambos miembros de la pareja aportaban a la familia por igual. Las mujeres habían demostrado su habilidad y sus destrezas, así como su capacidad de ejercer el poder, que el machismo sociocultural y económicamente sustentado, transformó progresivamente. Otro cambio de paradigmas, pero para la involución de la mujer y su sexualidad, ocurrió secundariamente. A largo del siglo XX la humanidad –aunque hay antecedentes que se fundan en siglos pasados- fue logrando devolver a la mujer un empoderamiento merecido, fundado en las habilidades y capacidades que nunca perdió, pero fueron desaprovechadas por miles de años.

Debemos reconocer que la lectura del libro “El primer sexo” de la antropóloga norteamericana Helen Fisher (2001), nos impresionó profundamente y nos llevó a efectuar estas reflexiones. Ella habla de “las dotes naturales de la mujer”sobre todo de las mujeres que protagonizaron la revolución sexual de los 60 y luego de los 80 y 90, las que pudieron utilizar anticonceptivos aficaces y lograr una mayor independencia económica, que en el siglo XXI alcanzaron mediana edad y la menopausia y que se vuelven cada vez más seguras e independientes.

Cita a la historiadora Gerda Lerner quien concluye “Semejante masa crítica de mujeres maduras con una tradición de rebeldía e independencia y medios propios para ganarse la vida, no ha existido nunca antes en la historia”. Ellas son las que cambiaron los paradigmas del género y han “feminizado el erotismo”, como anticipación de lo que vendrá. Naturalmente, estos cambios se han producido en forma desigual en diferentes áreas geográficas y culturales de la humanidad. Todavía hay mujeres discriminadas, maltratadas, explotadas y denigradas en todo sentido, en muchos lugares del mundo, por el solo hecho de ser mujer. No estamos diciendo nada nuevo. Pero hay tantos cambios que también han llegado al tercer mundo por la globalización, por los logros feministas y otros factores complejos, que las mujeres está en diversos grados de avance en esta transformación de los paradigmas retrógrados que las regían y aun rigen para muchas de ellas.

Sin negar las dotes especiales de los varones, “las mujeres tienen facultades excepcionales generadas en la historia profunda” –dice Helen Fisher (2001)-. Ellas son:

“habilidad verbal, capacidad para interpretar posturas, gestos, expresiones faciales y no verbales;

sensibilidad emocional; empatía;

excelente sentido del tacto, del olfato y del oído;

paciencia;

capacidad para pensar y hacer varias cosas simultáneamente;

una amplia visión contextual, ‘holística’ de las cuestiones;

afición a hacer planes a largo plazo;

talento para crear redes de contacto y para negociar; impulso maternal, y

preferencia por cooperar, llegar a consensos y liderar sirviendose de equipos igualitarios”.

Por todo ello, estas aptitudes naturales aplicadas a muchos sectores de la sociedad, van a influir decisivamente en el plano comercial y empresarial, en las relaciones sexuales y en la vida familiar del siglo XXI”. “Hoy”- concluye Fisher- “las mujeres son más cultas, más capaces y más interesantes que nunca”. Y el momento del cambio de paradigmas es -por tanto- ahora.

La neurobiología ha demostrado fehacientemente -y no es tema de este trabajo- que la mujer posee notables diferencias neurológicas, que facilitan determinadas actitudes y actividades que no poseen los varones. Y viceversa, para algunos temas. Pero para otros, son exclusividad de las mujeres. Son menos agresivas y más honestas. Solo con estas cualidades se puede cambiar el mundo.

Vamos a recorrer algunas consecuencias de los paradigmas antiguos y su cambio por otros, partiendo de los más obvios y de los que fuimos testigos en nuestra corta vida –tomando en cuenta los siglos, claro-.

LA VIRGINIDAD

El ideal de todo varón que se preciara, era conseguir una novia virgen con la cual casarse y ser el primero en mantener relaciones sexuales con ella. La virginidad del varón no era importante. Recordamos una encuesta realizada en Montevideo en la década del 70, que demostraba que mientras el 90 % de los varones preferían una mujer virgen para formar pareja y a un 10 % no le importaba, las mujeres preferían que ya tuviera experiencia en un 90 % y a un 10 % no le importaba. Esta radical diferencia ha ido cambiando con las décadas y a fines del siglo XX ningún varón tomaba en cuenta que la mujer de quien se enamoraba fuera virgen o no. El paradigma de la ‘virginidad para merecer’ en el mercado de la formación de pareja, ha desaparecido prácticamente, excepto en los bolsones de conservadurismo religioso o cultural de algunos estratos sociales.

LA INICIACION SEXUAL

La primera relación sexual de los jóvenes fue siempre un tema de interés de los sexólogos, antropólogos y moralistas. El paradigma vigente era que el varón podía iniciarse sexualmente con relativa precocidad, ya que no se le iba a exigir virginidad ni perdía prestigio social. A veces era exactamente lo contrario. Recordamos la canción norteamericana – mexicana “Pachito López” que era tan precoz que “a los 8 años… papá resultó”.

Pero el paradigma para la mujer era invitar a un novio apurado a buscarse una prostituta u otra mujer liberal, pues ella no estaba dispuesta a darle una ‘prueba de amor’ mediante el coito. Y menos a buscar una relación sexual para satisfacer su curiosidad sexual con un amigo. La iniciación sexual, por tanto, se elevaba a más de 20 años en la mujer. O hasta que se casara. Esta diferencia de paradigmas, también fue cambiando lentamente pero sin pausas para la mujer, y el vigente en la actualidad, establece que la mujer se inicia a la misma edad del varón, a lo sumo, con un año de diferencia, 14 -15 años de edad, generalmente con su amigo especial o novio o compañero o como quiera que se llame la relación (Iniciativa Latinoamericana 2008). Y de acuerdo a los estamentos sociales marginales, la edad de comienzo de la mujer suele ser muy precoz, apenas comience la pubertad, y aun antes de la menarca.

LA INICIATIVA SEXUAL

El noviazgo tradicional hasta mitad del siglo XX tenía etapas que comenzaban con el galanteo del varón –jamás con el coqueteo de la mujer-, salvo excepciones. El varón era festejante o pretendiente, dragón, filo, pololo, empate, limeranza, de acuerdo a los países de America Latina, en que se producían los encuentros trabajosamente logrados por el mismo varón y un consentimiento tácito de la mujer, que no debía nunca ser muy expreso. Se pasaba al noviazgo propiamente dicho, en que el varón visitaba la casa en horarios y dias establecidos y cumplidos como forma de expresar su decoro social. Finalmente el compromiso de matrimonio que ya implicaba a los padres de ambos novios. Este ritual podía o no culminar en matrimonio y en ninguna instancia permitía el acercamiento sexual, celosamente vigilado por la familia de la novia por los propios padres en el hogar y un hermanito –familias numerosas- que recibía el nombre de ‘paleta’, ‘tomasito’, más o menos permisivo, que frustraba toda aproximación peligrosa, de todas formas burlada, pero con gran trabajo.

El paradigma de la iniciativa sexual actual, establece que puede generarse tanto desde el varón como desde la mujer interesada en formar una pareja. La mujer puede coquetear más abiertamente sin temor a que un rechazo la deje mal parada, situación a la que el varón estaba acostumbrado. En la transición, recordamos haber recibido parejas de novios en que ella deseaba mantener relaciones sexuales y él no, por razones religiosas, por ejemplo.

Esto ha cambiado. Cuando la mujer desea mantener relaciones sexuales, toma la iniciativa, conquista, manifiesta su deseo y seduce con sus recursos propios y habilidades sexuales al varón que desea. A lo que el varón responde positiva o negativamente. En este último caso, se registra también un cambio de paradigmas, pues el código machista establecía que un varón nunca podía negarse al requerimiento sexual de una mujer, so pena de descortesía o grave ofensa al honor femenino. Aunque él tuviera otro compromiso. Hoy, la negativa del varón puede llegar a considerarse valiosa por parte de las mujeres, aceptándose como válido el argumento de su compromiso con otra mujer. O con otro varón.

Otro paradigma nuevo es que la mujer actual, al igual que el varón, puede tener ‘amigo/as con derecho a roce’, que en buen romance significa tener amigo/as con derecho a sexo, sin compromisos entre sí, y manteniendo los compromisos con otras parejas, si los tuvieran. Estas situaciones siempre existieron en todas las épocas para los varones, pero su ocultamiento revelaba que se trataba de una actividad clandestina, no aprobada por su pareja. Hoy es expresión de la libertad sexual de la mujer, sobre todo.

EL NOVIAZGO

El noviazgo era una institución social consagrada, que estaba ritualizada por una declaración de amor del varón y que la mujer administraba positiva o negativamente. En este caso, positivamente. La mujer podia aceptar o rechazar, pero nunca proponer, aunque el lenguaje no verbal siempre ayudó a que la mujer se expresara precozmente sobre sus preferencias. El noviazgo servía para construir el vínculo afectivo, madurarlo, crear confianza, sortear diversas pruebas por parte de ambos y, sin derecho a mantener relaciones sexuales, prologar su relación que culminaría en matrimonio o concubinato. Pues estas dos instituciones sí implicaban que la relación fuera también sexual. El paradigma del noviazgo histórico era de carácter social, que obligaba parcialmente y se podía romper si una o ambas partes no se satisfacían en algun aspecto psicológico, económico o social de la pareja.

El noviazgo actual se funda en el paradigma que es ‘de hecho’, no necesita grandes rituales consagratorios ni una duración que en otros tiempos se consideraba razonable y conveniente, justa y necesaria, para poder madurar el vínculo. Dos personas, a través de un contrato explícito pero también tácito, se juntan y como primer derecho, se establece el poder intimar sexualmente. “Novios son los que se acuestan” le decía una niña a su madre cuando le preguntó si su compañero de juegos era su novio. Las niñas lo tienen muy claro. Y las adolescentes y adultas, también. El paradigma del noviazgo como etapa previa o preparatoria del matrimonio, fue cambiado por el paradigma del noviazgo como una institución final en sí misma, que ha cambiado de nombre de acuerdo a la cultura: compañeros, parejas, convivientes, concubinos, matrimonio extraconyugal.

LA FORMACION DE PAREJAS

Las instituciones del noviazgo y el matrimonio, o el concubinato cuando lo anterior no era posible, eran transitadas y buscadas como expresión de madurez social y psicológica, tanto por el varón como por la mujer. Pero los paradigmas actuales prevén la formación de parejas de variada naturaleza y alcance, formas alternativas al matrimonio, algunas de las cuales ni siquiera ha recibido denominación. Cuando los médicos llenamos la ficha patronímica de nuestras historias clínicas, ya no inquirimos sobre “estado civil”, sino si la mujer tiene pareja, y si ella es estable o nó. Porque de nada vale que nos diga que es ‘soltera’, si vive con un varón y tiene hijos varios con él, o vive con su pareja lesbiana, con hijos adoptados o no. A veces, ni siquiera viven juntos con su pareja, sino cada cual tiene su casa y se juntan para hacer el amor y realizar determinadas actividades comunes.

Otra caracteristica es que ‘la mujer actual no se casa con el primer novio’, paradigma muy valioso de otras épocas. Las mujeres suelen tener varias parejas antes de casarse, con variados grados de convivencia, pero con la relación sexual como principal vínculo, hasta que decide tener una pareja formal. Que los varones relataran sus escarceos sexuales con novias anteriores al matrimonio, era una costumbre que consagraba un derecho. Hoy, la mujer también tiene sus historias para contar y a veces mas interesantes que las de sus parejas, por lo que se manejan con mayor discreción. No es verdad que la mujer es indiscreta por naturaleza. Suele ser el varón machista el que que vocea sus conquistas para obtener la aprobación de sus pares.

EL MATRIMONIO Y DIVORCIO

Las mujeres que trabajan, que son la mayoría, convierten a su matrimonio en sociedades de ‘doble ingreso’, hecho que facilita muchas cosas: poseer mayores posibilidades de realización personal para la mujer, poder contratar servicios para el hogar que no necesariamente son cumplidos por mujeres, pero lo más importante es que otorga poder e independencia a la mujer. El porcentaje de mujeres que gana igual o más que su marido va creciendo con los nuevos paradigmas de la selección de personal no sexista. El matrimonio que subsiste en una pareja de doble ingreso, es porque posee valores auténticos de armonía y felicidad compartidas, no por la violencia de la indefensión económica de la mujer. El pegamento básico de la pareja no es solo la dependencia económica de la mujer hacia su pareja, lo que limita sus posibilidades de ser y de liberarse de ataduras esclavizantes, o soportar castigos y violencias que, de otra forma, su dignidad no toleraría.

Habría varios tipos de matrimonios de acuerdo a la actitud de la mujer casada que trabaja. Uno, si la mujer trabaja y luego realiza todas las tareas del hogar. Dos, si la mujer que trabaja contrata servicio para cumplir con tareas del hogar. En ambos tipos de matrimonio, el varón solo trabaja fuera del hogar y es el modelo tradicional. Tres, la mujer trabaja en el hogar y el varón ‘ayuda’ en determinadas tareas. La responsabilidad del hogar sigue siendo de la mujer. Cuatro, el nuevo paradigma de matrimonio es que la mujer que trabaja, realiza las mismas tareas que las que realiza su compañero en el hogar, de manera equitativa y sin conflictos. Atienden ambos a los hijos, cuando les toca hacerlo, los llevan a los médicos, van a las reuniones del colegio, cocinan, lavan, limpian, en roles que no son sexualizados, sino que pueden ser realizados por ambos. El varón no ‘ayuda’ en la casa, sino ‘atiende’ la casa, en todas sus dimensiones, de acuerdo a sus posibilidades y las de su cónyuge, sin resabios sexistas. Y permitiendo el desarrollo personal de ambos y no sólo el del varón en detrimento de la mujer, como en el pasado.

El matrimonio es una institución que goza de mucho prestigio, pues aunque en Ecuador, Uruguay y México, el divorcio fue consagrado por la ley desde principios del siglo XX, la mayoría de los divorciados y divorciadas por esa ley, se vuelve a casar, en todo el mundo. La duración de los matrimonios ha disminuido con el correr de los años. La ‘comezón del séptimo año’ que dio lugar a una pelicula protagonizada por Marilyn Monroe en la década del sesenta, ocurre cada vez más precozmente. Hacia la década del 90, los matrimonios se deshacían en un promedio de 4 años. La abogada feminista uruguaya Fanny Puyesky, interrogada sobre porqué en el Uruguay la gente se divorcia mucho, contestó: “Es porque se casa mucho”. Es un hecho, no una ironía. Hay gente que plantea que la invocación de la ceremonia nupcial no debería rezar: “Hasta que la muerte los separe”, sino “Hasta que el divorcio o la muerte los separe”.

Los diferentes países muestran estadísticas de divorcio con su frecuencia cercanas al 50 % de las parejas que se formaron. Y nuevas causales que favorecen la condición de la mujer se han incorporado a la jurisprudencia: la sola voluntad de la mujer, el maltrato y la violencia física, psicológica y sexual, y medidas precautorias judiciales para evitar nuevos episodios de violencia y preservar la intimidad y la libertad de la mujer. Y la mujer ha demostrado estar preparada para afrontar la independencia de su ex marido, aunque éste niegue o eluda sus obligaciones legales y económicas, con lo que conseguían someter a sus mujeres en consonancia con viejos paradigmas. El incremento creciente de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo ha ido de la mano con la habilitación de la mujer para divorciarse de un matrimonio infeliz. Es que ahora puede hacerlo.

LA FIDELIDAD

¿Quién es más infiel en la pareja estable, sea o no un matrimonio? ¿El varón o la mujer? Las estadísticas de mediados del siglo XX decían que el 50 % de los varones y el 25 % de las mujeres habia sido infiel alguna vez en sus vidas. Estas estadisticas del Informe Kinsey fueron corregidas una y otra vez. Lo que sí se confirmó es que con el paso del tiempo, por el uso de anticonceptivos eficaces y el ingreso al mercado de trabajo más sofisticado y mejor pago de las mujeres, y el mayor grado de infidelidad de los rangos etarios juveniles, las mujeres han incrementado su porcentaje de infidelidad en parámetros cercanos al del varón. El paradigma tradicional sobre la infidelidad masculina decía que el varón aplicaba la doble moral, más permisiva para él, porque tenía ‘necesidades’ que la mujer no las tenía; que la mujer debia cuidar el hogar y los hijos, mientras el varón no ponía en riesgo esos aspectos básicos cuando solo buscaba sexo fuera del hogar; la mujer no pedia el divorcio por infidelidad y hacia la vista gorda, mientras el varón sí debia pedir el divorcio si la mujer lo engañaba, porque ella buscaba amor e intimidad, no solo sexo. El podia disociar el sexo del amor y la mujer nó. Por tanto, mujer infiel sexualmente, tambien lo era amorosamente.

El cambio de paradigma sobre la infidelidad no otorga derechos al varón que la mujer no pueda gozar. El varón casado es infiel con una mujer casada, por lo general. Ambos están en el mismo juego. Se registra la infidelidad de la mujer como un acto igulitario y más cercano a la libertad sexual, triunfante y reivindicativa. No es una venganza o un acto de despecho. Hay mujeres que solo han conocido al marido y se proponen no morir antes de conocer por lo menos a otro hombre, pues su marido ha conocido muchas mujeres antes y después de casarse. Este aspecto no está incorporado al cambio de paradigma, pero es una razón muy confesada en el consultorio. Lo que sí está incorporada al cambio de paradigma sobre la fidelidad es la abolición de la monogamia normativa para la mujer y la poligamia de hecho para el varón. En todo caso, contratos conyugales de tipo abierto que respetan las libertades de ambos miembros, tienden a transformarse en contratos de extinción automática cuando uno de los dos, incumple unilateralmente el contrato.

LA HOMOSEXUALIDAD

Como variante normal de la orientación sexual, la homosexualidad y la bisexualidad han ido ganando un lugar entre las formas convencionales de actividad sexual en la sociedad. Los informes estadisticos sobre el tema han registrado guarismos mucho más bajos que los de Kinsey en la década del 50. Por ejemplo, una investigación reciente (Laumann y col 1994) revela que el 2.8 % de los varones y el 1.4 % de las mujeres son básicamente homosexuales, pero estiman que dos tercios de las mujeres heterosexuales, manifiestan algun tipo de atracción por mujeres y el porcentaje de mujeres que experimenta con la bisexualidad, es mayor que el de los varones. Es lo que Helen Fisher (2001) denomina la mayor “flexibilidad sexual femenina”. Hecho que la antropóloga retrotrae a las épocas en que la mujer que debía conseguir ayuda para la crianza de sus hijos, recurría a otras mujeres, si los varones no estaban disponibles. Claro que una cosa es conseguir ayuda para la crianza y otra, una compañera para sus actividades sexuales.

El cambio de paradigma en este campo radica en que las mujeres lesbianas se incorporan con mayor frecuencia a los grupos de defensa de los derechos de la diversidad sexual para la formación de parejas, el matrimonio y la adopción.

LA ANTICONCEPCIÓN

El nuevo paradigma es que ‘la anticoncepción es un problema a ser resuelto por la pareja’ y no precisamente por la mujer, como se establecía tradicionalmente, en que el varón delegaba esa responsabilidad en ella, como norma. Los anticonceptivos orales de baja dosis, incluso los que se suministran por via vaginal, facilitan su uso, pero no dejan de producir efectos secundarios evitables. La importante función que cumplió la anticoncepción hormonal desde 1960, por su efecto liberador de la maternidad forzada a que estaba sometida la mujer tradicionalmente, dio paso a la regulación de su uso, no como único recurso. El uso adecuado del condón por parte del varón, que no solo es anticonceptivo sino tambien preventivo de enfermedades de transmisión sexual, tan severas como la infección por VIH, coloca en el varón la responsabilidad mayor en nuestra época.

El nuevo paradigma sobre anticoncepción se funda en el derecho sexual consagrado pero tan poco aplicado globalmente, de no tener hijos si la mujer no lo desea, por razones laborales o por no haber formado pareja, como opciones libres. También se funda en el derecho al aborto en circunstancias que la propia mujer lo determine, apoyada en leyes que despenalicen el procedimiento. Hace décadas que la mayor parte de los países del mundo aplica leyes liberales o permisivas al respecto del aborto, y los países latinoamericanos han aprobado o están en proceso de aprobación por sus parlamentos, de esas leyes.

También ha aumentado el derecho de las mujeres que deciden tener hijos fuera del matrimonio. En la última década del siglo XX, el 31 % de las mujeres que daban a luz en EEUU y Gran Bretaña eran solteras, el 23 % en Canadá, el 33 % en Francia, el 46 % en Dinamarca y el 50 % en Suecia (Russel 1995). Pero no lo hacen por accidente, sino porque se sienten autosuficientes para afrontar la crianza de los hijos, contenidas por la comunidad y sus propios recursos laborales y de ciudadanía. Es más, no pasan a ser las ‘madres solteras’ que difícilmente encuentran marido: cuando las mujeres con hijos deciden casarse, no encuentran obstáculos para formar parejas. Esto es, se cambió el paradigma de la mujer discriminada y marginada por ser madres. Ahora son cabeza de familia, integrando el amplio espectro de nuevas formas alternativas a la familia, socialmente consagradas. Y que se oponen al sistema patriarcal de la familia tradicional.

LA MATERNIDAD

Como destino biológico de todas las mujeres, este paradigma ha perdido el fundamento instintivo y hasta biológico que tuvo miles de años de vigencia. Una cosa es el ‘impulso maternal’ del que habla Helen Fisher, y otro es la maternidad obligada, como definidora de identidad sexual: no se es mujer si no es madre.Como propagadora del ADN, como mediadora central de la ‘inmortalidad’ o propagación de la especie humana, la mujer ha sido condenada a ser madre, tanto si lo deseaba como si no. Es que no podía concebirse que la mujer no quisiera ser madre. El cambio de paradigma ha proclamado la libertad de las mujeres para decidir si desea o no tener hijos

Y cuando decida tenerlos, puede determinar el número: uno o varios, y postergarlos dentro de los parámetros biológicos de su edad fértil. No podemos negar que la mujer con deseos de tener hijos que va llegando a los 35 años, hoy día sabe lo suficiente sobre los riesgos de concebir hijos con trastornos genéticos ,a medida que va aumentando la edad. Pero también está en condiciones de eludir esos riesgos mediante la aplicación del nuevo paradigma de la anticoncepción eficaz universalmente aceptada, sin someterse al albur y el destino biológico. El impulso maternal puede ejercitarse con el o los hijos propios aun trabajando.

Pamela Cox, actual Vicepresidenta del Banco Mundial, con dos maestrías y un doctorado a cuestas, cumpliendo tareas de alta responsabilidad con singular éxito –una de las mujeres más influyentes del mundo-, preguntada sobre cómo había logrado compatibilizar su exigente carrera y su familia de tres hijos, contestó que tiene un esposo que comparte las responsabilidades domésticas, una familia en que todos trabajan y junto a sus cinco hermanos fue criada ‘muy equitativamente’.”Crecí siempre con la idea de que no importa si eres niña o varón, puedes hacer cualquier cosa si quieres. Y adopté esa actitud” – dice- (Villamonte 2008). Cuando tuvo su primer hijo, le dijeron que dejaría de trabajar, pero no fue así. Este ejemplo solo quiere significar que el cambio de paradigma sobre la maternidad estaba vigente, no para una minoría de mujeres exitosas, sino para un grupo creciente que ha ganado espacios cada vez mayores y que debería extenderse a toda la humanidad. No se trata solo de la anticoncepción, sino de la articulación de familias fundadas en la equidad de género la que permite fundar este paradigma.

LA EDUCACION Y LA POLITICA

El ingreso masivo de las mujeres a las Universidades, a todas las carreras, pero más a las de Medicina y Derecho, amén de las ya conocidas como Enfermería, Obstetricia, Psicología y Notariado, han llenado los Hospitales y los Juzgados de mujeres con tareas de dirección y responsabilidad. Precisamente, la capacidad de diálogo, de negociación, de servicio, de trabajo en equipo, de organización de redes, habilitan a las mujeres para cumplir tareas en estos campos, que son los primeros, pero se han extendido incluso a la milicia, donde la presencia de las mujeres ha dado beneficiosos resultados en muchos aspectos. Campos que se consideraban exclusivos cotos masculinos, están siendo ocupados por mujeres. En algunos, han alcanzado y superado el 50 % . La citada Vice Presidenta del Banco Mundial dice que cuando ingresó a esa organización en 1980 solo el 5 % de las profesionales del Banco eran mujeres y ahora son el 40%.

La mujer en política siempre fue un tema irritante para muchos varones, pues sólo las mujeres sin responsabilidades familiares advenían a esos cargos con éxito y sin llegar a las más altas diignidades. El cambio de paradigma consagra que la mujer en política cumple un rol apaciguador y negociador en un terreno en que los enfrentamientos y las rupturas menoscaban las democracias. También “tienden a llevar a cabo políticas que favorecen el sector público en áreas de la salud, la educación y la asistencia a la infancia, a la tercera edad y la familia” y se ocupan de leyes que tienen que ver con la maternidad, la violencia doméstica, la diversidad sexual, el aborto y el divorcio, sobre todo (Collins 1998). Karl (1995) opina que para que los valores femeninos empiecen a ejercer algún tipo de influencia en las políticas y prioridades nacionales, los gobiernos necesitan una masa crítica estimada en un 35 % de mujeres en las esferas más altas del poder”. Las mujeres suelen aspirar a cargos electivos por razones diferentes que los varones. Buscan mejorar la sociedad, mientras los varones son más ambiciosos y egoístas y buscan escalar lo más posible en la jerarquía política.

No sabemos si el poder en manos de las mujeres habrá de ser el corolario de este cambio de paradigmas que otorga a la mujer una influencia creciente en la vida profesional y política. Las mujeres tienen en la actualidad mayor formación que en ninguna otra época de la historia de la humanidad y la mayoría ha superado a sus madres en sus logros académicos y profesionales –dice Helen Fisher (2001).

Lo que sí sabemos los sexólogos y sexólogas, es que quienes estudian Sexología y Educación Sexual son mujeres en su mayoría absoluta. Ninguna llegó a ser Presidenta de la Asociación Mundial de Sexología, y solo dos, de la FLASSES en 28 años de existencia, aunque muchas Sociedades nacionales están a cargo de mujeres, y la integración de las directivas siguen las indicaciones de la equidad de género. Hay muchos paradigmas por cambiar aun. Sólo así se podrá alcanzar la jubilosa utopía de quien nos inspirara este trabajo: Dice Helen Fisher (2001):

“Dado que nos dirigimos hacia una época en la que se plantearán los problemas más complejos y posiblemente más peligrosos que hasta la fecha haya experimentado la humanidad, necesitaremos de la fuerza de ambos sexos a fin de solucionarlos. Y las mujeres serán miembros destacados del equipo. Puede que el siglo XXI sea el primero de la era moderna que verá a ambos sexos trabajar y vivir como iguales…”.

UNA ANÉCDOTA FINAL

Nos mudamos a un apartamento de un piso 18 en abril del 2007. Los varones que vinieron a instalarme el teléfono insistieron en el mismo que ya tenía debía ser reinstalado (con 18 pisos de líneas) como única solución posible. Vencido casi, fui con poca esperanza hasta la oficina central del servicio y me atendió una mujer, quien sentada frente a su ordenador de atención al cliente, me solucionó el problema con dos o tres llamadas telefónicas y unos cuantos emails cuya respuesta esperó. Me comunicó: su problema está solucionado, tiene línea, a su nombre y el numero es tal y cual, y me dio línea para hablar con mi esposa que recibía el primer llamado. Mi alegría fue tal que le di un beso en la mejilla a la empleada con un comentario: “El mundo del futuro es de las mujeres, Ud me ha convencido”. Para colmo, llego a mi casa y los varones que me conectarían la banda ancha de Internet, me volvieron a decir que debían cambiar toda la instalación telefónica de 18 pisos. Enfurecido, llamé a la oficina correspondiente de la empresa, y me atendió una mujer –también- quien me hizo dos o tres preguntas sobre unos cablecitos verdes y rojos y si se encendía tal o cual luz. Obedecí cuidadosamente sus sencillas indicaciones y ¡quedé conectado con el mundo! Y todo por teléfono. Le volvi a repetir a la muchacha: “El siglo XXI es de ustedes, las mujeres”. Por capaces y honestas. Me prometí escribir al respecto. Este es uno de los homenajes que las mujeres se merecen.

BIBLIOGRAFIA

Collins G (1998). “Why women are faing away”, New York Times Magazine: 54-55, NY 25 de octubre, 1998.

De Beauvoir S (1970). El segundo sexo, Ed. Siglo Veinte, 2 t, Buenos Aires, 1970.

Fisher H (2001). El primer sexo, Punto de lectura, Madrid, 2001.

Iniciativa Latinoamericana (2008).” Inicio sexual ahora es a los 14”, El País, p. 3, Nota de Maria Inés Lorenzo. Montevideo, 10 de agosto de 2008.

Karl M (1995). “Women and empowerment: Participation and decision making”, United Nations Non-Governamental Liason Service, Nueva York, 1995.

Laumann EO, Gagnon JH, Michel RT y Michaels S (1994). “The social organization of sexuality: Sexual practices in the United States”, University of Chicago Press, Chicago, 1994.

Russel C (1995). “The bay boom turns 50”, American Demographics, dezember: 22-41

Villamonte C (2008). “Pamela Cox, la Vicepresidenta del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, estuvo en Montevideo”, Galería de Búsqueda, 16-18, Montevideo, 25 de setiembre 2008.

1 comentario:

  1. El papel de la mujer en la sociedad ha cambiado en las últimas décadas y con ello también la sexualidad de la mujer. El sexo para una mujer ya no se considera puramente como una función reproductiva, sino también como parte de un estilo de vida saludable y de placer. Las mujeres se han vuelto más activas en todos los aspectos de la vida, incluidas las relaciones sexuales. Este cambio, sin embargo, tiene su costo. Las mujeres tienen vidas más estresantes que antes y, por lo tanto, tienen más probabilidades de desarrollar disfunciones sexuales. No solo los hombres son culpados por fallas en el sexo. Por ejemplo, un número creciente de mujeres jóvenes sufre de un trastorno de excitación, que es hasta cierto punto equivalente a la disfunción eréctil masculina y casi tan generalizada. Por lo tanto, ahora es más común escuchar a las mujeres hablar sobre sus problemas en la vida sexual que en el pasado. Los trastornos sexuales femeninos ya no son un tema tabú como alguna vez lo fueron. Pero, cuando se trata de tratamientos para el trastorno de la excitación femenina, la ciencia médica tiene menos respuestas que por la impotencia masculina. Solo hay una píldora para ayudar a las mujeres a aumentar su sensibilidad y promover un orgasmo saludable. Este tratamiento se conoce con diferentes nombres, como Viagra para mujer o píldora rosa, pero todos significan lo mismo. Aunque el Viagra femenino todavía no está disponible en todos los países, está disponible online. Al igual que muchos hombres, las mujeres no deben temer admitir sus problemas sexuales y tomar el tratamiento tan pronto como se presente el problema.

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