viernes, 5 de marzo de 2010

Educación: el centro de nuestras ideas/ Iván Posada


En medio de expectativas e incertidumbres asumió Mujica. Su discurso ante la Asamblea General lo mostró con un nuevo traje: el de Jefe de Estado. Con sencillez republicana pregonó y reclamó la necesidad de asumir como políticas de Estado, la educación, la seguridad pública, el medio ambiente y la energía. Se puede decir que hay otros temas que también debieran tener ese carácter, pero principio quieren las cosas, y lo cierto es que el tono y el contenido de su discurso, es alentador.


Lo hemos dicho una y otra vez. Nuestro país está enfermo de cortoplacismo. La dirigencia política. La intelectualidad. La sociedad en general. De visiones bipolares que lo asfixian. De categorizaciones ideológicas perimidas en el mundo pero dominantes en este Uruguay de comienzos del siglo XXI. De descalificaciones. Como ha dicho por estos días el frustrado candidato a Intendente por el Frente Amplio Daniel Martínez, prima una visión en que “él que no está conmigo es mi enemigo”. Según el color del cristal, los hechos pasan de ser la verdad revelada para unos, a una oprobiosa falsedad para otros. No hay términos medios. Solo un exultante e irracional maniqueísmo que todo lo niega, que nada construye.



Sin un objetivo estratégico que nos oriente y nos comprometa. Sin plan estratégico, sin consensos básicos que permitan acordar las políticas públicas, los dirigentes políticos marchamos al son de la coyuntura. De los precios internacionales de los productos que exportamos. De la liquidez internacional en el mercado de capitales. Está claro. Ese contexto nos viene dado y sobre él no podemos incidir mayormente. Pero sí podemos prepararnos para enfrentarlo. Sí podemos programar el uso de los recursos asignándoles consistencia inter temporal. Sí podemos, reducir nuestras vulnerabilidades para enfrentar los riesgos. Sí podemos, consolidar una estrategia de desarrollo de largo plazo.


Nadie nos regalará nada. En este desafío los uruguayos estamos solos. Depende de nosotros mismos. Un primer paso al menos sería identificar nuestras fortalezas y debilidades. Identificar las oportunidades y amenazas que se ciernen sobre nosotros. Con un mercado interno de algo más de tres millones de habitantes, la clave estratégica de nuestro desarrollo es como nos insertamos en el mundo.


Con su estilo, con otras palabras, Mujica reclamó acuerdos en estos temas cruciales, estratégicos impostergables. Quizás como nadie Mujica puede romper los moldes. Por su pasado y el enorme apoyo popular que ha cosechado, está en condiciones de promover las decisiones que sus antecesores, aunque así lo quisieran, estuvieron impedidos de tomar. Como tantas otras veces, como siempre, el desafío es hacer. Plasmar en hechos la tónica de su discurso no será tarea fácil. Si nos atenemos a su gestión en el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca, su problema ha sido viabilizar en medidas concretas sus ideas. Nuestro deber republicano es ayudar a que sea posible generar una nueva cultura de gobierno. Nuestra actitud como Partido Independiente será la de siempre, la de tender la mano, porque en cualquier caso, primero y antes que nada, está nuestro país y nuestra gente.


Pero seamos realistas. Es probable que en los temas de energía (ya hay un informe de consenso), medio ambiente y seguridad pública avancemos a distintos ritmos hacia importantes acuerdos sobre el rumbo futuro. Sin embargo nos preocupa que el tema más crucial de todos, la educación sea donde tengamos los mayores desencuentros. Si queremos avanzar hacia un gran acuerdo nacional en materia de políticas y de gestión educativas, el partido de gobierno debe responder algunas preguntas previas. ¿Está dispuesto a que la educación deje de ser el escenario de confrontación ideológica pura y dura como hasta el presente? ¿Está dispuesto a renunciar a su visión polarizadora? ¿Está dispuesto a una amplia revisión de la ley de educación aprobada en solitario en el período legislativo que acaba de finalizar? Solo respuestas afirmativas a estas preguntas puede ayudar a consensuar en el ámbito de la educación una política de Estado. De lo contrario seguiremos como hasta ahora: en emergencia educativa. Fiel reflejo de nuestro rezago en el mundo. Muestra palpable de nuestra desidia nacional. Del descaecimiento de valores de una sociedad que se enorgullecía de ser ilustrada. Tan ilustrada como valiente, al decir de José Artigas.


En la segunda mitad del siglo XX hubo un cambio paradigmático que fue el acceso de la mujer al mercado de trabajo. El mundo cambió radicalmente. Se debilitó la familia como institución tradicional y su rol complementario en la educación y en la formación en valores, desfalleció. Los tres pilares que fueron el sostén de la fuerte trama social de nuestro Uruguay, familia, escuela y barrio, dejaron de serlo. Mientras, los países desarrollados tomaron nota del nuevo rol de la mujer, y fortalecieron su estructura educativa. En el 90% de los casos, un niño francés que se inició en pre-escolar a los tres años, habrá acumulado 18.8 años de escolarizacíon. En cambio, un niño uruguayo que se inició en pre-escolar a los cuatro años, tendrá en el 90% de los casos, 8 años de escolarización. Demasiada diferencia. Las escasas tres horas y media de clase en las escuelas, que entre formación para entrar, pasada de lista, recreo y vuelta a clase, quedan en no más dos horas y media, son un verdadero atraso. No es hora de asignar culpas. No se trata de eso. Pero la realidad rompe los ojos.



Durante el período de gobierno que acaba de culminar se incrementó el gasto educativo, sin embargo la situación de la enseñanza pública es cada vez peor. El problema no se resuelve con más recursos si antes no cambiamos una gestión centralizada, ineficaz e ineficiente. Claro que se necesitan más recursos, pero antes hay que saber para qué. Los gestores de la educación y los educadores deben asumir compromisos públicos en torno a metas, resultados y plazos.


Estamos en emergencia educativa. El ausentismo docente que refleja la ausencia de compromiso con la profesión y con los educandos, la baja calidad de los aprendizajes que acentúa la brecha entre los que aprenden mejor y los que aprenden peor, la deserción juvenil que afecta especialmente a los sectores más pobres, el comportamiento corporativo de los sindicatos de docentes más preocupados de disputar espacios de poder que de dignificar la carrera docente, la proliferación de autoridades y autorizaciones, ordenanzas y reglamentos que hacen más compleja y burocrática la gestión de la educación, son solo algunos aspectos que caracterizan la crisis.


Es imprescindible lograr acuerdos básicos que reviertan tal estado de cosas. Es una ardua, difícil y compleja tarea. Pero en el punto de partida todos debemos asumir, empezando por el partido de gobierno, el compromiso de que la educación debe dejar de ser el campo de batalla de una lucha ideológica tan retrógrada como perimida.


Para el Partido Independiente, la respuesta a la emergencia educativa debe tener como principio cardinal la equidad, que garantice los aprendizajes y las oportunidades básicas a todos los niños y jóvenes, en el marco de la evaluación y la mejora de la calidad.


Para tal fin es necesario responsabilizar a los centros educativos por sus resultados. Es básico en tal sentido: a) establecer estándares claros y apropiados que expliciten lo que como país esperamos de los estudiantes, los maestros y las escuelas, b) brindar información confiable a los usuarios de la educación sobre el rendimiento académico de los estudiantes, el desempeño de las escuelas y las medidas que se están tomando para mejorar, c) descentralizar la toma de decisiones para lograr el mayor involucramiento de todos los actores, d) establecer las consecuencias derivadas del cumplimiento (o incumplimiento) de los objetivos, e) otorgar capacidad financiera para que directores y maestros tengan los recursos adecuados para cumplir los estándares establecidos por el país, incluyendo el financiamiento apropiado, la capacitación, la autonomía y el apoyo.


En cualquier caso, las respuestas a la crisis deben ser el fruto de un trabajo sistemático, serio, profesional y simultáneo que involucre docente, alumno, institución educativa y entorno social y familiar. En tal sentido, insistimos con estas premisas.


La profesión docente debe ser recuperada, dignificada, puesta en condiciones de asumir compromisos exigibles. Estimular y premiar la formación permanente, de carácter universitario y sin monopolios retrógrados; promover la radicación institucional y territorial (el docente integrado a una casa de estudios, a un barrio, a una red de familias).


El alumno concebido y respetado en derechos y exigido en sus deberes, comprendido en su complejidad y progresivamente responsable de su aprendizaje autónomo, protegido, animado a desarrollar valores personales y sociales.


La institución educativa (el liceo, la escuela, la facultad) instaurada como espacio para el desarrollo del ser humano (donde todos saben quién es quién), que recupere sus límites con respecto a los riesgos sociales más apremiantes, que permita incorporar y reelaborar los anhelos de la juventud, que sea un marco de reglas y personas confiable, previsible, hospitalario, de escala razonable. Una institución que sea un espacio relevante de realizaciones sobre las que rendir cuenta, realizaciones visibles, comparables, elegibles.


La familia y los referentes adultos de los educandos, sin los cuales los centros educativos corren el riesgo de la ineficacia y de la inequidad, en tanto no respondan a sus diferentes necesidades y no aprovechen también sus diversos aportes. La educación no puede desentenderse de las situaciones de los entornos y la pérdida del capital social.

El acompañamiento a la crianza, la atención a la primera infancia, el control y acompañamiento educativo de los compromisos correspondientes a las prestaciones de seguridad social, la atención a los recursos materiales y técnicos para el aprendizaje moderno, la coordinación de acciones vinculadas a la salud, entre otras acciones habrán de tener impacto positivo sobre la situación de los sectores más pobres.


Mujica tiene razón. Para poder hacer realidad este cambio necesitamos que la educación sea un lugar de encuentro, no de disputas. Una verdadera política de Estado. Que nos comprenda a todos. Hay dar la vuelta la pisada. Una revolución nos convoca. El gobierno es mano. Esperamos ansiosos sus respuestas.



Cr. Iván Posada

Diputado

Partido Independiente

1 comentario:

  1. esta nota de Ivan tiene mucha similitud con su nota "la revolución necesaria", el artículo que más me ha gustado de los de Ivan

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