lunes, 1 de marzo de 2010
Cinco años moderados y su herencia
Hoy Tabaré Vázquez se despedirá de la Presidencia recibiendo en la Plaza Independencia el pabellón nacional, un acto protocolar de los presidentes que se van, pero que no fue antes una ceremonia obligada para rubricar un gobierno.
El acto, con desfile y discurso, es coherente con un presidente que supo emplear la liturgia del poder para completar su imagen de "presidente de todos los uruguayos" y que hace que deje el gobierno con una aprobación de más de 60% y una "intención de voto" teórica de más de 70%.
Vázquez, el primer presidente de izquierda, lideró una administración moderada, de tono socialdemócrata, y disfrutó durante casi todo el mandato un contexto externo sumamente favorable. La economía creció más de 30% en el período y pudo sortear con bastante éxito el impacto de la crisis financiera internacional, cerrando 2009 con una suba de 2% del PIB, a costa de la expansión del gasto público y del aumento del endeudamiento.
El mandatario saliente termina su gestión habiendo cumplido muchas de sus promesas, pero dejando pendiente para el gobierno de José Mujica la solución a grandes temas que no pudo o no supo resolver. En materia de pobreza, ésta bajó en 180.000 personas (según los datos oficiales a 2008), pero que mantiene núcleos duros (aún hay 330.000 pobres) y de indigencia, que también bajó en 16.000 personas, pero que aún es un flagelo para 50.000 ciudadanos. La administración Vázquez atacó por varios flancos: el Plan de Emergencia, luego del de Equidad, la suba de las asignaciones familiares y pensiones a los ancianos pobres y mejores accesos a los niveles de salud. En cambio, en materia de redistribución del ingreso y desigualdad social los resultaron fueron modestos.
En su discurso de asunción Vázquez anunció una "emergencia humanitaria" en las cárceles, con casi 7.000 reclusos. Pese a la polémica ley de humanización, que soltó a centenares de presos, deja a Mujica de herencia una situación carcelaria aún más grave y explosiva, con casi 9.000 reclusos y guarismos siderales de hacinamiento.
También anunció cambios profundos en el Estado, tanto en su discurso ante la Asamblea General en el acto de masas que siguió a su juramento. La reforma estatal apenas rozó la epidermis de la burocracia y de los intereses creados en el sector público y es ahora una de las metas prioritarias de Mujica. Prometió y no concretó la autonomía financiera del Poder Judicial.
En la enseñanza, pese al aumento de recursos prácticamente al 4,5% del PIB, el sistema sigue expulsando estudiantes secundarios y no llega a cumplir su rol social en la pobreza infantil. Mujica parece retomar esta lucha, pero su gobierno no aumentará los recursos para este sector.
En lo internacional, una de las prioridades de Vázquez de fortalecer el Mercosur naufragó en un contexto regional adverso, de dobles discursos y de ausencia de voluntad política real de integración de los socios mayores del bloque, Argentina y Brasil. Adicionalmente debió convivir casi todo su mandato con un creciente deterioro de las relaciones con Argentina por el conflicto por la planta de Botnia, algo que queda como una de las principales asignaturas pendientes para Mujica en política exterior.
Vázquez supo impulsar personalmente y de manera vigorosa varias iniciativas que le aseguran varios párrafos adicionales en los libros de historia: el Plan Ceibal, la lucha contra el tabaco, los planes de salud bucal y de ojos, el impulso institucional al desarrollo de la ciencia y la tecnología y dejó las primeras piedras de cara a la democratización del acceso ciudadano a la sociedad de la información con el Plan Cardales.
El mandatario saliente gobernó tomando distancia, a veces, de la coalición de izquierdas que lo llevó al poder, pero se apoyó de manera consistente en los subliderazgos que se generaron en la coalición: Mujica y Danilo Astori, que fue el artífice de una política económica respetuosa de los equilibrios macreconómicos. Los compromisos asumidos por Vázquez al inicio de su gestión en esta materia se cumplieron pese a que el endeudamiento público quedó en casi 60% del PIB y 2009 cerró con un desequilibrio fiscal de más de 2% por impacto de la sequía, los costos petroleros y la asistencia a los sectores afectados por la crisis mundial.
Vázquez se va del poder sin dejar de integrar esta troika gobernante, cuyas relaciones han pasado por toda suerte de vicisitudes, de acercamientos y alianzas, y también de duras confrontaciones.
Supo armar su gabinete comprometiendo a los principales líderes de la izquierda, arbitró y laudó con éxito. Fracasó empero en imponer a la estructura del Frente Amplio la candidatura presidencial de Astori
Vázquez deja el poder con un fuerte capital político personal, con varios dirigentes dispuestos a impulsar su regreso al gobierno en 2014, ya definitivamente desprendido de su filiación socialista tras su ruptura por el debate sobre la legalización del aborto.
Ha declinado formar un grupo o presidir el Frente; su influencia política, por ahora, estará basada en ese capital político, y en la distancia que, al parecer, mantendrá de las fuertes internas que vivirá la coalición de izquierdas en su segundo gobierno.
Será, ha dicho, "un frenteamplista más" y una nueva candidatura presidencial dependerá "de la biología" y de las "circunstancias políticas", factores imposibles de calibrar a cinco años vista.
Vázquez llegó a la presidencia luego de ser intendente (1990-1995), siendo afiliado al Partido Socialista pero fue percibido como un líder suprapartidario, una imagen que ha quedado reforzada ahora.
El Frente Amplio llegó al poder tras una largo y accidentado periplo de acumulación de fuerzas que tiene sus raíces aún antes de la fundación de la coalición en 1971. El cambio de las reglas de juego electorales en 1999 frustró, balotaje mediante, su triunfo en las elecciones de 1999, lo que ahorró a la coalición el impacto político de la crisis de 2002. Las secuelas de esa crisis dieron el impulso final para que Vázquez ganara en primera vuelta en 2004 con el 50,5% de los votos, llevándolo a liderar uno de los períodos más prósperos de la historia del país, lo que facilitó la concreción de varios de los objetivos programáticos del Frente.
En su primer discurso a la nación tras el juramento en la Asamblea General, Vázquez prometió que el suyo sería "el gobierno de todos los uruguayos".
Los reproches políticos de la oposición -incluida la "mano de yeso" en un parlamento mayoritario- no han puesto esta promesa en entredicho.
Vázquez deja el gobierno con muchas críticas de los demás partidos a aspectos de su gestión, pero con el reconocimiento de que hizo una administración ponderada. No logró, empero, llegar a acuerdos con los partidos de oposición y estos quedaron auera del cogobierno de los entes y servicios descentralizados.
Hubieron muchos cambios en su gobierno, muchos irreversibles, pero no situaciones traumáticas y, mucho menos, una revolución socialista.
Reformas, derechos humanos y participación ciudadana
Dos polémicas reformas signaron la administración Vázquez: la de la salud que incorporó a miles de ciudadanos al sistema privado y la tributaria, que obtuvo recursos de las clases medias asalariadas y pasivas sin aumentar la presión fiscal en las empresas. Las reformas sufrirán ajustes, pero su sustancia luce irreversible bajo el gobierno de José Mujica.
La normativa laboral cambió dramáticamente, en especial con la ley de Consejos de Salarios y la de fuero sindical.
Uno de los resultados agridulces de la gestión de Vázquez fue la cuestión de los derechos humanos. Prometió esclarecer el tema de los desaparecidos. Solamente aparecieron restos de dos prisioneros -entre ellos no estuvo la nieta del poeta Juan Gelman- y una veintena de militares, un ex presidente (Juan María Bordaberry) y en ex canciller (Juan Carlos Blanco) terminaron en prisión a partir de una aplicación laxa de la ley de Caducidad.
Al asumir en 2005, Vázquez prometió muchas leyes que luego no logró concretar. El voto epistolar de la "patria peregrina" naufragó en el Parlamento y también en las urnas en el plebiscito de 2009. No se concretaron la ley de proceso penal, la orgánica policial y la llamada Ley Básica de Participación Institucional, entre otras.
En aquella "noche mágica" definida por Vázquez el 1° de marzo de 2005 el flamante presidente prometió la creación de varios organismos para la participación de la sociedad civil y de los agentes interesados que no llegaron a concretarse o no salieron del papel. Anunció la creación de Asamblea Permanente de la Cultura, del Consejo Nacional de Economía, el Consejo Consultivo para el Cambio en el sistema de salud, el Consejo Nacional de Turismo Público y Privado, la Comisión Tripartita de la Construcción y el Consejo Ciudadano de Seguimiento de los Compromisos de Gobierno.
El País Digital
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