miércoles, 15 de setiembre de 2010

Reforma sin rumbo / Gonzalo Pérez del Castillo

Aprendí hace años, y más tarde enseñé, que la parte más difícil y sensible en la formulación de un proyecto de desarrollo es la identificación del problema que se desea solucionar. Se le atribuye a Albert Hirschman la frase: "el entusiasmo para encontrar una solución a un problema muy a menudo excede la comprensión del mismo".

El gobierno actual, como todos los anteriores, nos ha prometido una Reforma del Estado. "Reforma" es una palabra pesada, más cercana a "revolución" que a "maquillaje". El Presupuesto que el gobierno ha presentado demuestra que no se han formulado las preguntas claves para comprender lo que deseamos reformar y con qué fines.

El total de egresos en la ejecución del Presupuesto 2009 para Defensa Nacional fue de U$ 369 millones. La del Ministerio de Relaciones Exteriores fue de U$ 72 millones. ¿Es la defensa nuestro principal problema internacional? ¿Es ella cinco vez más importante que el conjunto de nuestras relaciones internacionales? Pero el Presupuesto otorga, sobre esa ya distorsionada base, un aumento de 12 por ciento a Defensa y de sólo 8 por ciento a Relaciones Exteriores. El Uruguay detenta el récord de soldados por habitante en América Latina. El problema no es cuanto ganan sino cuantos hay. No es cuanto se gasta, sino ¿para qué?

El Poder Legislativo tuvo un gasto en 2009 de U$ 96 millones. Supongamos que cada legislador se lleva a su casa U$ 100.000 por año por concepto de sueldos. Eso da cuenta de U$ 13 millones. ¿En qué se gastaron los U$ 83 millones restantes? ¿En organizar y documentar las reuniones que estos 130 legisladores atienden algunos meses del año, algunos días del mes? ¿El reformista partido de gobierno con mayoría parlamentaria no lo encuentra algo excesivo? ¿Nadie pregunta: para qué?

El Presidente nos propone delegados Presidenciales en los 18 departamentos del interior con el propósito de mejorar la coordinación institucional. La coordinación no es un fin en sí mismo. Es imperativo coordinar cuando dos o más instituciones deben obtener, conjuntamente, ciertos resultados concretos.

La coordinación resulta útil en dos niveles: 1) En la toma de decisiones sobre políticas para asegurar la coherencia de la gestión gubernamental y 2) en el nivel donde la acción conjunta se desarrolla, que puede ser internacional, nacional, regional, departamental o local. La coordinación entre agentes que no tienen incidencia directa en la definición de políticas o en la acción conjunta concreta resulta, por lo general, en pérdida de tiempo cuando no en interferencia.

La designación de coordinadores departamentales no prosperó porque, teóricamente, ese nivel de coordinación ya estaba ocupado por las Intendencias y la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). Se propone entonces que los coordinadores sean 4 o 5 en vez de 18 y que el nivel de coordinación sea regional en vez de departamental. Ese hueco, efectivamente, está vacío pero aún me queda la pregunta y disculpen, compañeros, la insistencia: ¿para qué?

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