miércoles, 29 de setiembre de 2010

Inspectores de tránsito o cazadores de multas / Pablo Mieres

El sábado pasado volvía de participar en el Acto de Clausura de la Expo Prado 2010 por Bvar. Batlle y Ordóñez a las cinco y media de la tarde, un día espléndido de primavera, cuando de repente en el medio de una larga recta, se encontraban parapetados cinco Inspectores de Tránsito de la Intendencia Municipal de Montevideo quienes procedieron a hacerme señas para que me detuviera y me señalaron que había violado el límite de velocidad.

Supondrá el lector que yo circulaba a alta velocidad y que, por lo tanto, estaba manejando en forma imprudente por lo que era pertinente una sanción. Pues los propios Inspectores me indicaron que estaba circulando a 76 km por hora. ¡¡¡Por supuesto, la velocidad máxima en ese lugar era de 60km por hora!!! Por lo tanto, procedieron a multarme.

Tomo este episodio a modo de ejemplo de lo que cotidianamente sufren una gran cantidad de automovilistas de nuestra capital.

Resulta evidente que los Inspectores de Tránsito saben muy bien que en ese bulevar, en línea recta, en bajada, con visibilidad plena, a mitad de una tarde de sol, es obvio que el límite de velocidad es ridículo y anacrónico. Por eso mismo, los Inspectores de Tránsito se instalan allí. Para cosechar multas, para recaudar, a medias entre la Intendencia Municipal (voraz e insaciable captadora de recursos) y los propios Inspectores que cobran su porcentaje por cada multa que aplican.

Los Inspectores no se instalan en los lugares de riesgo o en las horas más difíciles con el objeto de ayudar a mejorar el tránsito y reducir los accidentes. No buscan cumplir con su función aportando para evitar los accidentes, reducir la siniestralidad y cumplir una tarea docente con los ciudadanos.


Por el contrario, eligen lugares en donde, hasta por inercia, los automovilistas superan un límite de velocidad absurdo y ajeno a toda lógica de la normal fluidez del tránsito, y entonces aplican sus multas con total descaro y amparados en una normativa notoriamente ajena a la realidad actual.


En casi toda la ciudad el límite de velocidad es de 45km por hora. Si ese límite fuera respetado el tránsito montevideano sería aun peor de lo que ya es, los congestionamientos y los “cuellos de botella” se multiplicarían y los semáforos, en vez de colaborar con la fluidez de la circulación, se convertirían en verdaderas barreras insoportables que aumentarían la insoportable lentitud.


La Intendencia sabe muy bien esto y, sin embargo, mantiene normativas inadecuadas que le permiten, cuando se le ocurre, completar ingresos simplemente saliendo a aplicar, en los lugares definidos, la normativa vigente que nadie cumple.


Se colocan a un costado, en algunos casos detrás de algún árbol, de a varios, porque saben que van a tener que defenderse de la indignación ciudadana, con el único objetivo de “cazar multas” para aumentar sus ingresos, en complicidad con una Intendencia que hace años que se alejó de los ciudadanos, a quienes considera como simples “contribuyentes” de los que hay que extraer la mayor cantidad de recursos posible.


De esta manera, la Intendencia Municipal paga los altísimos salarios de sus numerosos y crecientes cargos de dirección y de confianza, así como el salario de sus miles de funcionarios que son, sin dudas, de los funcionarios públicos mejores pagos del país; sin generar servicios de calidad proporcional a los aportes que todos hacemos. Por el contrario, ofreciendo servicios cada vezm de peor calidad y eficacia.


Pero el caso de los inspectores de tránsito es particularmente grave porque se produce una asociación de mutuo beneficio entre estos y el gobierno municipal que hace acordar a la Edad Media, cuando los reyes otorgaban a ciertos nobles el derecho de salir a cobrar impuestos en nombre de aquel, para que estos últimos se enriquecieran arbitrariamente.


Por ejemplo, nadie sabe con qué criterios se define que se paren los Inspectores en determinados lugares y horas. Nadie sabe qué fundamento de política de tránsito sostiene estas acciones. La impresión que tenemos los contribuyentes, simples ciudadanos, es que la estrategia está guiada por la pura arbitrariedad y el objetivo patético de juntar recursos a costa nuestra.


Ese mismo día el informativo de la noche daba cuenta de las declaraciones del Director de Tránsito de la Intendencia que se quejaba de que ya no hay respeto a la autoridad.


Se olvida el Director que la autoridad se acata porque no hay más remedio que hacerlo debido a las normas vigentes, pero el respeto se gana mediante el ejercicio correcto y justo de la autoridad. Nada más lejano a lo que ocurre con la política y el accionar de la Dirección de Tránsito de este gobierno departamental.


Mientras la comuna no cambie sus formas de actuar, sus inspectores seguirán siendo objeto de los mayores cuestionamientos, porque los ciudadanos sentimos que el objetivo de su accionar no consiste en ayudar a mejorar el tránsito y la calidad de vida de nuestra ciudad, sino a aprovecharse de las reglas que ellos mismos fijan.

1 comentario:

  1. Al final de cuentas estabas en infracción… "No sos intocable"

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