miércoles, 1 de setiembre de 2010

El presupuesto nacional / Iván Posada

APORTES PARA UN MARCO CONCEPTUAL



Por estas horas se inicia la discusión de la ley más importante en cualquier período de gobierno. Será el tema excluyente en el ámbito parlamentario en lo que resta del año. Ya habrá tiempo pues para analizar la propuesta del gobierno, discutir sus proyecciones y evaluar sus prioridades a la hora de redefinir la orientación del nuevo gasto público. Y digo nuevo, porque notoriamente una parte sustancial del gasto del Estado uruguayo está congelada. Sin que haya existido una evaluación de su impacto, de si cumplió con los objetivos propuestos o cual es la valoración de sus resultados, así quedará. Ya de pique, sin más trámite, se darán por buenas las decisiones del pasado que así lo determinaron.



Como tantas otras veces, es probable que la discusión de lo anecdótico termine acaparando la atención mediática, mientras los grandes temas nacionales quedan sumergidos sin pena ni gloria en la árida discusión presupuestal. Esta vez, parece que la “estrella” será la creación de los delegados presidenciales, uno por cada departamento del interior, según se dice para coordinar la acción de las oficinas dependientes del Poder Ejecutivo. Seguramente este tema, que no debiera insumir más de media hora de discusión parlamentaria, terminará teniendo un lugar destacado en la consideración pública. Será la pregunta obligada de cada medio periodístico. Digo al pasar que si la propuesta procura mejorar la gestión pública en las distintas localidades del interior de nuestro país es por supuesto bienvenida. Pero mucho nos tememos que este planteo sea simplemente la excusa para designar 18 nuevos “compañeros”, de discutida idoneidad, con militancia política reconocida, respetando –eso sí- estrictamente la cuota electoral sectorial que surge de las elecciones nacionales últimas. Tal como sucedió invariablemente con la designación de los Directores Departamentales de Salud, los Directores Departamentales de ASSE, los Directores de los Hospitales y hasta los encargados de las más remotas policlínicas públicas. En este gobierno, en el anterior, y aún antes, en los gobiernos colorados, en los gobiernos blancos y en los gobiernos de colorados y blancos. A dedo y por estricta cuota política.



Al margen de esta sempiterna reedición de “El Gatopardo”, mejor sería aprovechar la instancia presupuestal para analizar los temas que constituyen el Nudo Gordiano que es necesario cortar para hacer sostenible y sustentable de desarrollo económico social de nuestro país, sin duda el principal objetivo que debe tener la política macroeconómica. Ni más ni menos que la mejora permanente en la calidad de vida de nuestra gente.



En particular resulta fundamental intercambiar ideas sobre aquellos aspectos sustanciales que subyacen en la discusión presupuestal y que en los hechos son soslayados. En nuestra visión la política económica debe procurar evitar los cambios imprevistos. Qué el crecimiento económico no sea conmovido por sacudones cíclicos, sean éstos al alza o la baja, con el consecuente impacto en los objetivos sociales de empleo, equidad y reducción de la pobreza. Por eso pensamos que el manejo de las cuentas públicas debe ser contra cíclico de manera tal que funcione como un estabilizador de la economía.



Es relevante pues dejar en claro que la política fiscal tiene pues una función estabilizadora. El gasto público neto debe incrementarse durante las recesiones y contraerse durante los auges para compensar las fluctuaciones del ciclo económico. Para lograr la consistencia intertemporal de las finanzas públicas es preciso adoptar indicadores que nos permitan medir el comportamiento en el tiempo de diversos agregados fiscales. Por tales razones, vamos a insistir, aunque seguramente sin éxito, en la necesidad de adoptar una regla fiscal para hacer sostenible el crecimiento económico, implementando políticas contra cíclicas que permitan, de acuerdo a la proyección histórica de nuestro crecimiento y la evolución de los principales productos que Uruguay exporta, ahorrar en los períodos de crecimiento (mayor superávit fiscal) para enfrentar con éxito los períodos de crisis.



Es tiempo de que nuestro país se plantee un objetivo de superávit estructural, de forma tal de relacionar la situación fiscal de cada año con el comportamiento cíclico de la economía. Para ello sería necesario definir a priori el nivel de resultado fiscal, para a posteriori resolver la estructura del gasto público y de recaudación del próximo período de gobierno. Fijar previamente el nivel de resultado fiscal y en consecuencia, del endeudamiento público, nos evita que la discusión respecto al nivel del gasto público y de la carga tributaria, se zanje a costa de un mayor déficit del sector público, o lo que es lo mismo, un mayor endeudamiento neto.



La creación de un fondo estructural de reserva va de la mano con una política económica contra cíclica, para echar mano a él en períodos de recesión cuando haya que incrementar el gasto público para mantener el nivel de actividad, y para dotarlo de mayores recursos en los períodos de crecimiento de la economía.



Hay otra confusión que bueno sería aclarar en esta instancia de discusión presupuestal. Un viejo adagio popular postula que no se puede chiflar y comer gofio. En forma equivalente, en política económica, no se puede pedirle al Banco Central que haga política monetaria y exigirle a su vez, que haga política cambiaria.



Si el Banco Central hace política monetaria, la política cambiaria le queda reservada al Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), y ésta deberá ser compatible con los objetivos de la política fiscal y de crecimiento económico. Para nuestra autoridad monetaria el objetivo fundamental es la estabilidad de precios. Felizmente es una lección aprendida. La inflación se comporta en los hechos como un impuesto que castiga más fuertemente a los sectores de asalariados más débiles, transformándose en un fuerte incentivo para la expansión de la informalidad del empleo.



Estamos convencidos que es necesario tender a un Tipo de Cambio Real (TCR) más alto que el actual, dada la incidencia que esta variable tiene en la determinación de la capacidad de competencia de los productos que Uruguay exporta y de la sostenibilidad de la producción local respecto a los bienes y servicios importados. O sea, que el actual nivel de TCR incide directamente en la rentabilidad de producir bienes y servicios transables, y por ende, en la determinación de los niveles y estructura de la inversión y, consecuentemente, en la generación del empleo de calidad. En nuestra visión, las intervenciones del MEF deben orientarse a estabilizar el tipo de cambio real a un nivel que sea estable, previsible, y a la vez remunerador para la producción de bienes y servicios transables. La política cambiaria pues, debe estar en línea con la política fiscal contra cíclica y la generación de superávits fiscales estructurales, es decir medidos con independencia del ciclo económico.



Un TCR que haga competitivas muchas actividades transables traerá tres consecuencias que se observan en todos los países que, en los últimos 40 años, han emprendido este camino. La primera es que la economía se va a aproximar al equilibrio del balance externo del comercio de bienes. La segunda es que, al resurgir los sectores transables no primarios, se va a reducir el desempleo y el empleo de bajos ingresos porque se generarán empleos productivos que podrán pagar salarios altos. La tercera, que posiblemente es aún más importante, es que producir bienes transables permite crecer tecnológicamente y con ello dejar de crear únicamente empleos públicos o en servicios necesariamente pequeños y carentes de la posibilidad de introducir progreso técnico porque están orientados sólo a nuestro minúsculo mercado interno, y en muchos casos apenas al barrio en que operan.



Vayan estas reflexiones a cuenta de un análisis que proseguiremos en próximas notas, agradeciendo como siempre, la gentileza de la gente de CRÓNICAS.







Cr. Iván Posada

Diputado

PARTIDO INDEPENDIENTE

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