miércoles, 29 de setiembre de 2010

El desgaste de los paros / Pablo Mieres

El próximo 6 de octubre se realizará un nuevo paro general convocado por el movimiento sindical. En esta oportunidad la decisión fue tomada por mayoría estrecha, con la opinión contraria de buena parte de las delegaciones sindicales.



Incluso a la fecha se está discutiendo la original modalidad elegida para cumplir con el paro, desde el mediodía de un día hasta el mediodía del día siguiente, como si existiera un afán especial en generar afectación mayor al funcionamiento del país.


Este debate, esta división en torno a la medida aprobada y a su modalidad de ejecución, lleva inevitablemente a una reflexión sobre la utilización estratégica de esta medida por parte de las organizaciones sindicales.



Si uno analiza la medida de un paro general de 24 horas en el marco del conjunto de acciones y recursos que un sindicato tiene para ejercer presión sobre el gobierno o sobre los empresarios, llegará rápidamente a la conclusión de que esta es una de las medidas de mayor intensidad que puede adoptar un movimiento sindical.



En efecto, luego del paro general está el paro general por más de un día y después de eso solo existe la huelga general. De modo que el recurso al paro general es un recurso casi extremo al que se debería echar mano en situaciones correlativamente graves.



Sin embargo, en nuestro país los paros generales se han ido rutinizando debido a un uso y abuso del recurso de fuerza que, prácticamente, ha ingresado a formar parte de nuestro paisaje socio-`político cotidiano.



Antes los paros se hacían contra los gobiernos de la derecha que, a juicio de todos los dirigentes sindicales de los que la casi totalidad pertenecen al Frente Amplio, eran los culpables directos de la mala situación de los trabajadores. Sin embargo, cuando el Frente Amplio accedió al gobierno esta práctica continuó desarrollándose sin mayores cambios, aunque el movimiento sindical tomó partido expreso en las últimas elecciones apoyando la alternativa electoral del Frente Amplio.



Ahora con el actual gobierno que representa, dentro del Frente Amplio, a sus alternativas más a la izquierda, tampoco se le ha dado tregua y se ha desarrollado una estrategia de lucha con las mismas características que en tiempos anteriores.



Todos sabemos en este país lo que pasa cuando hay un paro general. Paran las oficinas públicas, el transporte público, los bancos, las fábricas grandes y la enseñanza. Muchas otras actividades continúan desarrollándose en paralelo y todos ya estamos acostumbrados a esta realidad.



El uso frecuente de la medida del paro general sin que se mantenga una proporción efectiva entre la entidad de la medida y el nivel del conflicto al que responde, afecta su significación y reduce su importancia. Todos nos acostumbramos a que cada cierto tiempo exista un paro general en el que ciertos servicios se interrumpen y los trabajadores de ciertas areas de la actividad no trabajan.



El país pierde producción, los estudiantes pierden otro día de clases y un gobierno que recién comienza y que busca representar a los trabajadores, recibe ya el segundo paro general en seis meses de gestión.



Habría que preguntarse por qué los sindicatos de este país no se dan cuenta de que los instrumentos de presión y protesta de los trabajadores deben guardar una proporción razonable con el nivel de conflictos que existe. De otro modo se convierte, como hoy es, en una costumbre sin mayores resultados.

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