jueves, 30 de setiembre de 2010

Febrero del 73: fue mucho peor / Pablo Mieres

Hace un par de semanas se suscitó una fuerte polémica en el Parlamento sobre el papel que este había jugado durante la crisis de febrero de 1973. El Diputado Fernando Amado cuestionó la actuación del Parlamento de la época y esta intervención generó reacciones airadas cuestionando los dichos del diputado.



Sin embargo, más allá de cierto tono desafiante y de ciertas referencias exageradas, lo que afirmó el diputado era básicamente cierto. En efecto, todas las crónicas de la época y los estudios posteriores mostraron con contundencia que el Parlamento no se había reunido durante los cuatro días que duró ese grave conflicto que, visto con perspectiva histórica, supuso la primera ruptura institucional de la que junio fue su culminación definitiva.



Pero que el Parlamento no se haya reunido no significa que el sistema político, los partidos y los dirigentes políticos estuvieran ajenos o alejados de lo que estaba ocurriendo. Nada de eso, por el contrario todos los partidos y sus principales dirigentes seguían muy de cerca los acontecimientos y asumieron actitudes y posiciones políticas concretas.



Las apuestas políticas y las actitudes asumidas por buena parte del sistema políticouruguayo en aquel momento fueron mucho peores que la omisión señalada. Antes, durante y después de los hechos de febrero, las posturas de muchos dirigentes denotaron un evidente debilitamiento de los reflejos democráticos de nuestro sistema político.



En efecto, en febrero dos de las tres armas desacataron una decisión del Presidente de la República, quien nombró a un Ministro de Defensa que fue desconocido por las jerarquías militares. Los hechos son bien conocidos, la Armada defendió la institucionalidad hasta que se generó un cambio en la correlación de fuerzas interna y todo el frente militar se unificó en una clara sublevación contra el orden establecido.



El Presidente de la época, que como todos sabemos nunca tuvo convicciones democráticas, rápidamente acordó con los militares y se puso en línea con el golpe de Estado en proceso.



Otros dirigentes apostaban en ese entonces a que las Fuerzas Armadas forzaran la renuncia del Presidente para realizar elecciones anticipadas.



Finalmente, otros apostaron a que el levantamiento militar se inscribía en una línea de transformación revolucionaria y que, Comunicados 4 y 7 de por medio, se asomaba un golpe “peruanista” que llevaría adelante los cambios sociales y económicos que se buscaban. Por lo que apoyaron con expectativa el levantamiento de febrero.



Fueron muy pocos los que señalaron con firmeza que las instituciones debían ser defendidas a toda costa. El Senador Amílcar Vasconcellos, el Dr. Carlos Quijano y seguramente unos cuantos más, con menor visibilidad, señalaron los peligros que se cernían sobre la democracia. Pero la mayoría del sistema político no interpretó los hechos ni actuó de esa manera.



Entonces, lo peor no fue que el Parlamento no se haya reunido, sino que buena parte de las apuestas de los partidos eran más bien claudicantes con respecto a la defensa de la democracia y el respeto a las reglas de juego.



Obviamente esto no ocurriría hoy en día, porque la historia nos ha “marcado a fuego” y es cierto, también, que los partidos fuimos los grandes actores del retorno a la democracia. Por otra parte, la actual fortaleza de nuestro sistema democrático se sustenta en los partidos políticos que son un bastión fundamental de nuestra institucionalidad.



Pero la reivindicación del enorme papel jugado por partidos y dirigentes políticos en la recuperación de la democracia, no nos debe llevar a negar la realidad de la claudicación mayoritaria ocurrida en aquellos tristes momentos.



El Diputado Amado puso el “dedo en la llaga”, ciertamente con un toque de “insolencia” que afectó la sensibilidad de muchos, pero dijo algo que es verdad. Y lo dijo uno de los diputados más jóvenes del Parlamento, quizás por ello en este sistema político gerontocrático se le hizo pagar un peaje aun mayor por su “atrevimiento”.



Lo cierto es que en aquel febrero, las posiciones de buena parte del sistema político fueron más graves que la mera omisión señalada. Es bueno no negar el pasado ni obviar los errores cometidos, es un paso imprescindible para construir con solidez el futuro.

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