jueves, 8 de abril de 2010

¿Qué pasa en Montevideo?/ Pablo Mieres


La mayoría de los montevideanos parece no estar conforme...


La mayoría de los montevideanos parece no estar conforme con la gestión del gobierno municipal y un análisis desapasionado y objetivo de la situación actual de nuestra capital arroja un saldo nítidamente insatisfactorio.

La higiene de la ciudad es inexistente, el sistema de transporte deja mucho que desear por su lentitud y complejidad, la presión tributaria es insoportable y ha ido creciendo paulatinamente en los últimos años, el entramado urbano se ha ido degradando en forma continua y creciente, los recolectores de residuos andan por doquier sin que exista ninguna norma que los regule, la mencionada descentralización no ha representado otra cosa que un aumento de los niveles de burocratización, los asentamientos irregulares se han multiplicado sin pausa y los funcionarios municipales parecen ser los únicos verdaderos beneficiarios de los esfuerzos del gobierno municipal al ver aumentados sus niveles de remuneración en forma sustancial.

La candidata del partido de gobierno, Ana Olivera, ha sido designada como resultado de un juego de aparato político, en el que los militantes obviaron e ignoraron la opinión de la ciudadanía al respecto, desplazando a Daniel Martínez que poseía la mayor potencialidad dentro de los votantes del partido de gobierno y que podía encarnar un espíritu renovador en la alicaída tendencia del gobierno montevideano.

Además, la candidata oficialista, más allá de su compromiso y esfuerzo reconocido, representa la quintaesencia de la continuidad y no se ha molestado en presentar una sola idea nueva sobre su futura gestión, limitándose a defender lo actuado sin la más mínima autocrítica.

Sin embargo, todas las encuestas señalan que el Frente Amplio volverá a ganar el gobierno de Montevideo con una ventaja aparentemente amplia. Por otra parte, no solo las encuestas sostienen este pronóstico, sino que los propios ciudadanos piensan que así ocurrirá.

¿Cómo se explica esta aparente paradoja? ¿Por qué parece convertirse en realidad aquella afirmación de cierto dirigente frenteamplista que hace un par de años señaló, no sin cierta soberbia, que este partido volvería a ganar aunque pusiera "una heladera" de candidato?

¿Es que los montevideanos son estúpidos o son tan conservadores que simplemente mantienen una actitud de inercia sin preocuparse en cambiar de gobierno?

Parece necesario buscar explicaciones más profundas y fundadas para explicar esta situación.

En primer lugar, hay que recordar que las elecciones departamentales se realizan apenas dos meses después de que asume un nuevo gobierno nacional; así lo decidieron los dirigentes de los partidos dominantes en la década de los noventa que accedieron a separar en el tiempo las elecciones nacionales de las departamentales, pero no demasiado. De esta forma, el impacto de la "luna de miel" de un nuevo gobierno nacional se proyecta sobre el ánimo de los votantes que tienden a favorecer al partido de gobierno.

El impacto positivo de los primeros pasos dados por el Presidente José Mujica potencia esta ventaja dando a sus candidatos en los diferentes Departamentos un plus de respaldo nada despreciable.

A su vez, los resultados económicos exhibidos por el país en los últimos años han permitido sostener por ósmosis a un decadente gobierno departamental.

Por otra parte, es necesario evaluar la situación de la competencia en Montevideo.
Los dos viejos partidos históricos presentan candidatos interesantes pero no logran entusiasmar y sufren además el impacto del desgaste de sus respectivos partidos que no logran recrear una ilusión en la ciudadanía, ni recuperar la vieja confianza que en tiempos anteriores generaban.

Por otro lado, nosotros desde el Partido Independiente impulsamos a Mariella Demarco, una excelente candidata, con grandes cualidades, importante experiencia política y serias propuestas, pero no hemos logrado aun generar en el electorado la sensación de que podemos ser una alternativa real de gobierno.

Entonces, también la candidata del Frente Amplio se impone ante la falta de credibilidad que las dos colectividades históricas siguen exhibiendo.

También debe tenerse en cuenta en el análisis que el Frente Amplio ha hablado y priorizado en su discurso y en algunas de sus políticas a ciertos sectores de la población montevideana que viven en situación de marginalidad y para quienes algunas de las principales críticas sobre la situación de la ciudad carecen de relevancia (el peso de los tributos, el incremento de los asentamientos irregulares o la falta de control sobre los "carritos").

En definitiva, entonces, existen razones que van más allá de los resultados objetivos de la gestión departamental del Frente Amplio; lo que prueba que se puede hacer un mal gobierno y, sin embargo, no sufrir el castigo de los votantes.

Por supuesto que, como todo en la vida, la paciencia también tendrá su límite, a pesar de todo. Entretanto, intentaremos que un número creciente de montevideanos apueste por una alternativa a la actual desidia departamental sin que ello obligue a optar por las alternativas partidarias tradicionales.

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